(16 de abril de 2023)
(Hch 2, 42-47; 1 Pedro 1, 3-9; Jn 20, 19-31)
MONICIÓN DE ENTRADA:
A los ocho días de Pascua y el primer día de la
semana, volvemos a encontrarnos para llenarnos de la alegría, de la paz y del
perdón que recibimos de Jesús gratuitamente.
Posiblemente, hoy necesitamos más que nunca,
experimentar por nosotros mismos, como Tomás, a ese Jesús resucitado y lleno de
vida. Entonces sí podremos decir de corazón: “Señor mío y Dios mío”.
Celebramos además el domingo de la Divina
Misericordia, conmemoración establecida por el papa san Juan Pablo II.
Queremos vivir este Domingo Segundo Pascua con el
recuerdo de la emoción vivida hace una semana en las horas brillantes de la
Resurrección de Jesús.
ORACIÓN DE LOS FIELES
(Sacerdote)
Dios Padre, en su Hijo Jesucristo, nos llama para ser testigos y discípulos de
su Reino. Le presentamos con confianza nuestras suplicas.
1. Por la Iglesia, por el Papa Francisco y por nuestro
Obispo N, para que no cesen de proclamar a los cuatro vientos la Salvación que
nos ha ganado Cristo con su muerte y resurrección. Roguemos al Señor.
2. Por los que rigen los destinos de los pueblos para que
intenten establecer la paz en el mundo. Roguemos al Señor.
3. Por los que viven agobiados, por aquellos que sufren
la violencia, por los que no tienen un trabajo digno, por los que sufren por el
olvido de los demás, para que en su vida se muestre la vida nueva de la Pascua
de Cristo. Roguemos al Señor.
4. Por todos los que estamos participando, en esta
Eucaristía, para que no vivamos
ajenos a los problemas de los que nos rodean. Para que nuestra fe en Jesús nos
empuje a vivir unidos en su nombre y a ser continuadores de su misión. Roguemos
al Señor.
Sacerdote:
Padre y Dios nuestro, atiende nuestras súplicas. Ayúdanos a abrir de par
en par las puertas de nuestra vida a tu Hijo Jesucristo, porque sólo en él está
la vida auténtica y la paz que no se agota. Él que vive y reina por los siglos
de los siglos.
Después de la Comunión
(Tomado de B. Caballero: La Palabra
cada Domingo, San Pablo, España, 1993)
Señor, Jesús, aunque no te vemos con estos ojos de
carne,
nuestra ardiente profesión de fe es hoy la del apóstol
Tomás,
primeramente incrédulo y después creyente ejemplar:
¡Creemos en ti, Señor nuestro y Dios nuestro!
Vamos buscando razones, pruebas y seguridad absoluta
para creer y aceptar a Dios en nuestra vida personal y
social.
Pero tú nos dices: ¡Dichosos los que crean si haber
visto!
Tú eres, Señor, la razón de nuestra fe, esperanza y
amor.
Ábrenos, Señor Jesús, a los demás, a sus penas y
alegrías,
porque cuando amamos y compartimos, estamos
testimoniando
tu resurrección en un mundo nuevo de amor y
fraternidad. Amén.