(25 de octubre de 2020)
(Ex 22, 20-26; I Tes 1, 5c-10; Mt 22, 34-40)
ENTRADA:
Es posible que los cristianos del siglo XXI, sigamos preguntando cuál es el mandamiento principal. Jesús es claro en su respuesta: lo primero es amar a Dios con todo el corazón; lo segundo es amar al prójimo como a ti mismo.
No es posible amar a Dios y vivir de espaldas a sus hijos e hijas, sobre todo a quien más sufre en el mundo.
Celebramos este amor incondicional de Dios en esta acción de gracias que es la Eucaristía.
La oración de los fieles
Sacerdote: Hoy Cristo nos pide que amemos al Padre y al prójimo. Con esta intención elevamos a Dios nuestra plegaria.
1. – Te pedimos Padre por la Iglesia para que sea verdadera portadora del amor recibido por el sacrificio de Cristo y viva alabando a Dios y atendiendo a los hombres. Roguemos al Señor.
2. – Te pedimos Padre por todos los pueblos del mundo, para que teniéndote a ti como Padre vivamos como hermanos. Roguemos al Señor.
3. – Te pedimos Padre por los enfermos y todos los que los rodean, para que viviendo del amor que tú nos das, transformen la tristeza en alegría y el dolor en salud. Roguemos al Señor.
4. – Por la paz y la concordia en España y en todos los países que sufren algún conflicto interno. Roguemos al Señor.
5. – Por las familias cristianas para que sean verdaderos focos de amor a Dios y al prójimo. Roguemos al Señor.
6 – Por todos nosotros, para que después de alabar al Padre en esta Eucaristía, llevemos ese amor recibido a todo aquel que se encuentre con nosotros. Roguemos al Señor.
Sacerdote: Padre, tú que eres el Amor verdadero, llena nuestros corazones con tu luz para que sepamos llevar tu Palabra a todo aquel que lo necesita. Por JCNS.
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN:
Gracias, Padre, por la lección de conversión que hoy
nos da Jesús en la parábola del fariseo y del publicano.
Haznos, Señor, entender que somos tan fariseos como pecadores,
tan hipócritas como mezquinos, tan necios como soberbios.
Nosotros encasillamos de una vez por todas a los demás,
pero tú eres el que brinda siempre una segunda oportunidad.
Tú crees en el hombre a pesar de todo, porque tu misericordia,
tú compasión, tu paciencia, tu amor y tu perdón no tienen límite.
Líbranos, Señor, de la religiosidad de escaparate,
y haz que la brisa de tu ternura oree nuestro yermo corazón
con la esperanza y el gusto de tu banquete de fiesta. Amén.
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