sábado, 24 de octubre de 2020

Domingo XXX del Tiempo Ordinario (Ciclo A)

 (25 de octubre de 2020)

(Ex 22, 20-26; I Tes 1, 5c-10; Mt 22, 34-40)

 

ENTRADA:

Es posible que los cristianos del siglo XXI, sigamos preguntando cuál es el mandamiento principal. Jesús es claro en su respuesta: lo primero es amar a Dios con todo el corazón; lo segundo es amar al prójimo como a ti mismo.

No es posible amar a Dios y vivir de espaldas a sus hijos e hijas, sobre todo a quien más sufre en el mundo.

Celebramos este amor incondicional de Dios en esta acción de gracias que es la Eucaristía.

 


La oración de los fieles

Sacerdote: Hoy Cristo nos pide que amemos al Padre y al prójimo. Con esta intención elevamos a Dios nuestra plegaria.

1. – Te pedimos Padre por la Iglesia para que sea verdadera portadora del amor recibido por el sacrificio de Cristo y viva alabando a Dios y atendiendo a los hombres. Roguemos al Señor.

2. – Te pedimos Padre por todos los pueblos del mundo, para que teniéndote a ti como Padre vivamos como hermanos. Roguemos al Señor.

3. – Te pedimos Padre por los enfermos y todos los que los rodean, para que viviendo del amor que tú nos das, transformen la tristeza en alegría y el dolor en salud. Roguemos al Señor.

4. – Por la paz y la concordia en España y en todos los países que sufren algún conflicto interno. Roguemos al Señor.

5. – Por las familias cristianas para que sean verdaderos focos de amor a Dios y al prójimo. Roguemos al Señor.

6 – Por todos nosotros, para que después de alabar al Padre en esta Eucaristía, llevemos ese amor recibido a todo aquel que se encuentre con nosotros. Roguemos al Señor.

Sacerdote: Padre, tú que eres el Amor verdadero, llena nuestros corazones con tu luz para que sepamos llevar tu Palabra a todo aquel que lo necesita. Por JCNS.

 

DESPUÉS DE LA COMUNIÓN:

Gracias, Padre, por la lección de conversión que hoy

nos da Jesús en la parábola del fariseo y del publicano.

Haznos, Señor, entender que somos tan fariseos como pecadores,

tan hipócritas como mezquinos, tan necios como soberbios.

         Nosotros encasillamos de una vez por todas a los demás,

pero tú eres el que brinda siempre una segunda oportunidad.

Tú crees en el hombre a pesar de todo, porque tu misericordia,

tú compasión, tu paciencia, tu amor y tu perdón no tienen límite.

Líbranos, Señor, de la religiosidad de escaparate,

y haz que la brisa de tu ternura oree nuestro yermo corazón

con la esperanza y el gusto de tu banquete de fiesta. Amén.


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