(4 de octubre de 2020)
(Is 5, 1-7; Flp 4, 6-9; Mt 21, 33-43)
MONICIÓN DE ENTRADA
Estamos reunidos alrededor de la mesa de Jesús porque necesitamos pasar un rato en su presencia alimentándonos de su vida y su mensaje.
Todos nosotros somos los responsables de cuidar la viña que con tanto cariño plantó el Señor. Hoy tendríamos que hacernos una pregunta fundamental, ¿estamos decepcionando al proyecto de Dios sobre su viña?
Celebramos con esperanza esta Eucaristía pidiendo fuerza para dar los frutos que el Señor espera de nosotros.
Oración universal: Nos dirigimos a Dios Padre, que nos ha dado la viña del mundo para que siguiéramos cultivándola. Pero si Él no nos ayuda, ¿cómo podremos hacerlo? Por eso le presentamos nuestras súplicas:
1. Por todo el pueblo de Dios, para que sea viña agradecida que dé los frutos de justicia, de paz y solidaridad, que Dios espera de nosotros. Roguemos al Señor.
2. Por la Iglesia para que sea siempre fiel a su misión evangelizadora a pesar de las dificultades que encuentre en su labor. Roguemos al Señor.
3. Por cuantos sufren el problema del paro y las consecuencias de una riqueza mal repartida. Roguemos al Señor.
4. Por los que en medio de la prueba de esta pandemia se sienten abatidos, para que descubran la fuerza de Cristo vivo y vean iluminado su camino. Roguemos al Señor.
5. Por quienes no tienen trabajo, o lo ven peligrar, por causa de la pandemia, por los que están enfermos o se sienten solos, para que encuentren en los cristianos ayuda y solidaridad, y por su cercanía conozcan a Cristo y experimenten su salvación. Roguemos al Señor.
6. Para que las personas comprometidas en las distintas actividades de la parroquia sean verdaderos testigos del amor de Dios en el mundo. Roguemos al Señor.
7. Por todos nosotros, para que nuestra Eucaristía sea el signo de una respuesta comprometida y sincera al amor que Dios nos ha mostrado con su llamada a la fe cristiana. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, las oraciones que tu pueblo te dirige confiadamente. Por JNS.
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te bendecimos, Padre, porque tu amor nos eligió
como tu pueblo, como la viña que tú cuidas con ternura;
en ella el cáliz del vino nuevo de la sangre de Cristo
sella por tu Espíritu la nueva alianza con tu pueblo, la Iglesia.
Tanto amaste al hombre que le diste a tu propio Hijo.
Y él se entregó incondicionalmente en manos de los pecadores,
para que de su sangre derramada naciera el nuevo pueblo,
como de la uva prensada nace el vino joven de la fiesta.
Haz, Señor, que en la viña de tu Iglesia podamos ofrecerte
no los agrazones de nuestro egoísmo, sino frutos maduros
de la humanidad, fraternidad, solidaridad, justicia y paz. Amén.
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