(27 de marzo de 2022)
(Jos 5, 9a. 10-12; Sal 33; 2 Cor 5, 17-21; Lc 15, 1-3. 11-32)
Escuchamos hoy la parábola del padre que tenía dos hijos, el mayor, que siempre está con él, y el menor que se dedica a malgastar su vida. Jesús, al contarnos esta parábola, nos muestra cómo es Dios, un Padre que nos espera con los brazos abiertos tras reconocer el fracaso de malgastar la vida. Jesús actúa en todo momento de la misma manera y nos va indicando cómo tenemos que ser nosotros con los demás, de esta manera podremos celebrar la Eucaristía como una verdadera fiesta, como una invitación al banquete de la alegría.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Sac:. Con plena confianza en el amor del Padre, que nunca abandona a sus hijos, presentémosle nuestras plegarias:
1. Por la Iglesia. Para que se renueve y crezca cada día más en la fidelidad al Evangelio. Roguemos al Señor.
2. Por los pastores de la Iglesia. Para que den siempre un buen testimonio de fe y de esperanza. Roguemos al Señor.
3. Por los que viven alejados de Dios, para que imitando al Hijo Pródigo, reconozcan su culpa y vuelvan al Padre de la misericordia. Roguemos al Señor.
4. Para que se termine la guerra. Pedimos por los desplazados y refugiados, por las familias separadas por causa de la guerra; por los niños que han quedado huérfanos. Roguemos al Señor.
5. Por nosotros. Para que la Eucaristía que hoy celebramos fortalezca nuestra fe y dé nuevo impulso a nuestra conversión cuaresmal. Roguemos al Señor.
Sac:. Protégenos, Señor, y sálvanos y ten piedad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Presentación de las Ofrendas
Junto a las ofrendas de Pan y Vino, presentemos al Señor nuestro propósito de perdonar a los demás, así como Él nos perdona a nosotros.
EXHORTACIÓN FINAL
Te bendecimos, Dios Padre, porque
Jesucristo, tu Hijo,
fue conocido y acusado como “el que acoge a los pecadores”.
En la parábola del hijo pródigo nos dejó la mejor y más exacta
radiografía de tu corazón de padre que ama y perdona siempre.
Bendito, seas Señor, porque eres un Dios reconciliador
y no nos tratas como merecen nuestros continuos desdenes,
sino que corres a nuestro encuentro y, como al hijo pródigo,
nos colmas de amor, besos, ternura, regalos, pan y eucaristía.
Hoy queremos desandar el camino para descansar al fin
en tus brazos, dejándonos querer por ti; así rehabilitados,
podremos sentarnos a tu mesa con todos los hermanos. Amén.