MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos a la Eucaristía. La liturgia de hoy está muy llena de contenidos. Sin rodeos, Jesús de Nazaret nos da las reglas de su seguimiento. Nos pide que nos neguemos a nosotros mismos para poderle seguir. Y es que a Jesús no se le puede compartir con nadie. Jesús nos pide entrega incondicional, aunque su yugo sea suave y su carga ligera, pero hay que entregarse, aunque como a Pedro no nos guste el sacrificio que anuncia Jesús. Iniciemos, pues, con alegría, la Eucaristía.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Sacerdote: Padre, con la esperanza de que un día el Reino de tu Hijo alcanzará al mundo entero, presentamos las necesidades de tu pueblo que aspira a construir ese Reino:
1. Por el Papa, para que trasmita a toda la Iglesia ese fuego ardiente del que habla el profeta y la Iglesia sea la fiel Esposa de Cristo. Roguemos al Señor.
2. Por todos los líderes de la tierra, para que busquen acuerdos de paz y atiendan con prontitud las necesidades de los más desfavorecidos. Roguemos al Señor.
3. Por todos los fieles, para que se sientan inspirados por el ejemplo de Cristo de ser agentes de amor y servicio a los necesitados, roguemos al Señor.
4. Por los que se sienten abatidos, para que descubran la fuerza de Cristo vivo y vean iluminado su camino. Roguemos al Señor.
5. Por todos aquellos que han disfrutado de un tiempo de relax, para que comiencen su nueva andadura con la mirada puesta siempre en Cristo. Roguemos al Señor.
6. Por nosotros, para que, como dice Pablo, sepamos distinguir la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada. Roguemos al Señor.
Sacerdote: Padre, renueva día a día el corazón y la mente de todos los que formamos la Iglesia para que sepamos discernir lo que te agrada. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, 1993)
Te bendecimos, Padre, porque Cristo nos llama hoy a todos a su seguimiento mediante una ascesis alegre y liberadora.
Jesús mismo nos precedió y nos mostró con su ejemplo que la vida brota pujante de la abnegación, la renuncia, la cruz y la muerte. Así somos invitados por Jesús a participar en su destino.
Tú, Señor, nos quieres libres para amar sin medida. Concédenos seguir a Cristo incondicionalmente en todo momento, sin claudicar ante la dificultad y la incomprensión.
Ayúdanos a hacer nuestros sus criterios y actitudes para asimilar y vivir alegres el espíritu de las bienaventuranzas, y poder participar un día de su condición gloriosa. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario