(Gén 22,1-2.9a.10-13.15-18; Rom 8,31b-34; Mc 9,2-10)
MONICIÓN DE ENTRADA:
Bienvenidos a este Segundo Domingo de Cuaresma. Vamos a asistir, junto a Pedro, a Santiago y a Juan, a la Transfiguración.
La Transfiguración del Señor es un mensaje de esperanza para todos, entonces los fue para los apóstoles, ante la inminencia de la Pasión, Muerte y Gloria de Jesús.
Pero ellos, en ese momento, no supieron comprender tal signo.
Y a nosotros nos puede ocurrir lo mismo: pensar que la Transfiguración es sólo un recuerdo del pasado.
No hemos de desaprovechar ni un minuto para santificarnos siguiendo los pasos del Señor Jesús. Y a la espera de su gloriosa Resurrección.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Sacerdote: Oremos a Dios Padre con ilusión y amor para que nos acompañe en este camino ascendente que es la Cuaresma y atienda las peticiones que con fe le hacemos.
1. Por el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes y todos aquellos que dedican su vida a mostrarnos el camino; que el Señor los ilumine siempre para que sean luz y guía para su pueblo. Roguemos al Señor.
2. Por los dirigentes de las naciones para que encuentren caminos de unión y colaboración, y consigan establecer la paz en todo el mundo. Roguemos al Señor.
3. Por todos aquellos que pasan necesidad para que encuentren en los demás una mano que les socorra. Roguemos al Señor.
4. Por todos los difuntos de nuestras familias, para que el Señor los tenga en su seno. Roguemos al Señor.
5. Por todos los cristianos que celebramos este tiempo sagrado de la Cuaresma, y en especial, a nosotros, presentes en esta Eucaristía dominical, para que este camino nos ayude a ver a los demás como hermanos y nos acerque a la unión de todos los seguidores de Cristo. Roguemos al Señor.
SACERDOTE: Padre, anima a tu pueblo en este caminar cuaresmal atendiendo las necesidades que te presenta, confiando en que Tú nunca nos abandonas. Por JNS.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España,
1993, p. 255)
Te
bendecimos, Padre, porque Cristo en su transfiguración, después de haber
anunciado a sus discípulos su pasión y muerte, les mostró en el monte santo el
resplandor de su divinidad, como un anticipo y testimonio del camino de la
resurrección.
Al revelar en sí mismo la gloria futura, fortalece nuestra fe ante el escándalo
de la cruz y alienta nuestra esperanza.
Concédenos, Señor, ir a tu encuentro en la montaña, dejar nuestras sendas
trilladas, escuchar a Jesús, tu palabra, y caminar con él hacia ti en la llanura
cotidiana de la vida; porque, siguiéndolo, la renuncia es libertad de espíritu
y la muerte es vida que anticipa la resurrección. Amén