(Job 7,1-4.6-7; 1Cor 9,16-19.22-23; Mc 1,29-39)
ENTRADA:
Queridos hermanos y hermanas:
¡Seguimos acompañando a Jesús que, en este domingo, nos libra del mal! Se pone de parte de aquellos hombres que quieren ser salvados. De parte de aquellos que, sufriendo, recurren a El para calmar y curar sus dolores.
También nosotros, en muchos momentos, sentimos que algo dentro de nuestros corazones, pensamientos o deseos no funciona bien. No dejemos que, nada ni nadie, el mal, el bienestar, el poder o el ruido del mundo, apaguen la voz del Señor. Dejemos que, en esta Eucaristía, el Señor nos toque y cure la fiebre de nuestra apatía, tristeza, falta de oración o de caridad.
Pidamos a Jesús, en esta Eucaristía, que salga de nosotros aquello que no nos deja ser felices.
Oración de los fieles
1. Por el Papa, para que la Luz de Cristo ilumine con claridad y tome las decisiones más convenientes para la Iglesia y para el mundo. ROGUEMOS AL SEÑOR.
2. Para que los más necesitados del mundo, especialmente los emigrantes, encuentren consuelo y protección. Roguemos al Señor.
3. Por los que sufren las guerras; para que pronto se consiga la paz. Roguemos al Señor.
4. Por los enfermos, para que el Señor Jesús los cure y todos los hermanos les atiendan con entrega y amor. Roguemos al Señor.
5. Por los que pasan dificultades, los que se han quedado sin trabajo, para que encuentren en los demás el auxilio necesario para cubrir sus necesidades. Roguemos al Señor.
6. Por los que nos reunimos en torno a la Mesa del señor, para que un día también nos reunamos en la Mesa Celestial. ROGUEMOS AL SEÑOR.
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te damos gracias, Padre, porque Jesús pasó haciendo
el bien y curando a los oprimidos por la enfermedad.
Él cargó con nuestras dolencias, sanándonos con su dolor.
Y con sus milagros a favor de los pobres y enfermos
inauguró la esperada salvación del reino de Dios
para el hombre que tú amas con ternura de padre.
El ejemplo de Jesús nos estimula al compromiso cristiano
a favor de la liberación de los más necesitados.
Concédenos, Padre, imitar la madurez de su diálogo contigo,
la profundidad de su oración y la generosidad de su entrega.
Así avanzaremos en el soporte humano para una fe adulta. Amén.
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