(28 de marzo de 2021)
(Is 50, 4-7; Flp 2, 6-11; Mc, 1-15. 47)
Entrada: Con la celebración de la Eucaristía en este domingo de Ramos, iniciamos la Semana Santa. Estamos reunidos porque creemos en Jesús. Él nos ha enseñado la mejor manera de amar; Él nos ha mostrado la misericordia de Dios, nuestro Padre. Y ahora, al término de su vida, aclamado, entra en Jerusalén. Allí, coherente y fiel a su misión, morirá condenado en una cruz.
Nosotros, agradecidos por su entrega y convencidos de que su muerte es fuente de vida para siempre, lo aclamamos gozosos como hizo aquella gente que salió a recibirlo en Jerusalén con sus ramos.
Oración universal:
Sacerdote: En palabras, aunque sean pobres, queremos poner la experiencia de nuestra vida humana con sus dificultades, dudas e incertidumbres.
1. Para que la Iglesia esté siempre dispuesta a dar a conocer la vida, la Muerte y la Resurrección de Jesús. Oremos.
2. Por todos aquellos que no creen: para que como el centurión al pie de la cruz, vean en la muerte redentora de Cristo el signo incontrastable de la gloria divina. Roguemos al Señor.
3. Por las familias que sufren la enfermedad, la soledad, la injusticia de no tener un trabajo, para que la fe en Jesús, ilumine esas situaciones de prueba y debilidad. Oremos.
4. Por quienes viven desalentados y abatidos para que reciban la palabra de ánimo que necesitan para encontrar un sentido en su vida. Roguemos al Señor.
5. Para que esta semana santa sea un viaje al encuentro de Jesucristo, para conocerle mejor y reconstruir nuestra esperanza. Roguemos al Señor.
Sacerdote: Escucha la oración de una humanidad que
sufre y de una comunidad creyente que te necesita para ser testigo de tu amor,
de tu esperanza y de tu palabra.
Después de la Comunión
Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 264
Bendito seas, Padre, porque, llegada su hora,
Cristo fue el grano de trigo que, al morir, da fruto abundante,
El sol que agoniza en la tarde y resucita en el alba,
El ramo de olivo que supera el invierno inclemente
La luz que vence la sombra, y el amor que derrota el odio.
Créanos, Señor, un corazón nuevo para una alianza nueva,
Y renuévanos por dentro con la fuerza de tu Espíritu Santo,
Para que, convertidos en hijos de la luz, en hijos tuyos,
Vivamos tu ley de amor con un talante alegre y renovado.
Así podrán los demás ver el rostro de Cristo reflejado
En nosotros, y glorificar por siempre tu nombre de Padre. Amén