(Jer 31,31-34; Heb 5,7-9; Jn 12,20-33)
MONICIÓN DE ENTRADA.
Nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía en el último domingo de Cuaresma.
Ante la proximidad de su Pasión, Jesús nos señala el camino a quienes queremos buscarle sinceramente: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto".
Por eso, si el corazón se encoge de tristeza en el Viernes Santo, ante la Cruz de Cristo, no puede menos que llenarse de esperanza y alegría el día de Pascua porque se llena de Vida.
Es la propuesta del Señor para que nuestras vidas den fruto abundante. Merece la pena fiarse de Él.
Con esta fe y certeza, damos gracias a Dios en esta celebración.
Oración de los fieles
Celebrante: Presentemos a nuestro Padre-Dios las necesidades de sus hijos y pidamos que siga derramando sobre nosotros su Espíritu de vida.
1. Por el Papa y por todos los que formamos la Iglesia de Jesucristo. Para que con la fuerza del Espíritu, apostemos por poner vida y esperanza donde no hay más que muerte y frustración. Roguemos al Señor.
2.- Por los gobernantes. Para que el Espíritu de Jesús les ayude a solucionar el problema de las guerras en el mundo. Roguemos al Señor.
3.- Por quienes, cerca o lejos de nosotros, viven en la pobreza, sufren el desempleo y la marginación y no pueden gozar de una vida digna. Para que sepamos defender sus derechos y darles motivos para la esperanza. Roguemos al Señor.
4.- Por los seminarios, los seminaristas y las vocaciones sacerdotales, para que San José les ayude en su crecimiento y les acompañe como hizo con Jesús en sus primeros años de vida.
5.- Por cuantos celebramos la Eucaristía. Para que, a partir de nuestra propia experiencia cuaresmal de conversión, nos atrevamos a apreciar con quienes convivimos, el valor del diálogo, la comprensión, el respeto, la reconciliación y la atención. Roguemos al Señor.
Celebrante: Escucha Señor, la oración de tu Iglesia que la trae ante Ti, en nombre de nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y reina, en unidad con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Después de la Comunión
Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 264
Bendito seas, Padre, porque, llegada su hora,
Cristo fue el grano de trigo que, al morir, da fruto abundante,
El sol que agoniza en la tarde y resucita en el alba,
El ramo de olivo que supera el invierno inclemente
La luz que vence la sombra, y el amor que derrota el odio.
Créanos, Señor, un corazón nuevo para una alianza nueva,
Y renuévanos por dentro con la fuerza de tu Espíritu Santo,
Para que, convertidos en hijos de la luz, en hijos tuyos,
Vivamos tu ley de amor con un talante alegre y renovado.
Así podrán los demás ver el rostro de Cristo reflejado
En nosotros, y glorificar por siempre tu nombre de Padre. Amén
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