(Job 38, 1. 6-11; 2 Cor 5, 14-17; Mc 4, 35-41)
MONICION DE ENTRADA.
Sed todos bienvenidos a esta Santa Misa Dominical en el décimo segundo domingo del tiempo ordinario.
En el Evangelio de hoy, San Marcos comienza a mostrarnos algunos milagros de Jesús, después de la doctrina del domingo pasado. Así, con palabras y obras, Jesús va revelando que el Reino de Dios, la fuerza salvadora de Dios, ya está presente y que está actuando en este mundo.
Con la disposición de dejar que la fuerza salvadora de Dios se nos muestre hoy, comencemos la celebración de esta Santa Misa.
«Calming of the storm» – Bernard Allen. @Fuente: bernardallenart.com
ORACIÓN DE LOS FIELES
Sacerdote: Con la fe que nos ha renacido de la Palabra que hoy hemos escuchado, elevemos confiados nuestras plegarias al Señor.
1. Por la Iglesia, para que siga mostrando al mundo, ante tantas adversidades, que al poder de Dios no hay fuerza que le supere y que podemos confiar en su auxilio. Roguemos al Señor.
2. Por la paz de los pueblos, para que todos aprendamos a vivir en armonía y los gobiernos luchen por erradicar los signos de violencia. Roguemos al Señor.
3. Por los gobernantes, para que presten atención a los ciudadanos más necesitados. Roguemos al Señor.
4. Por todos los que sufren en el mundo, para que la fe en Dios todopoderoso les haga posible una vida más justa y plena. Roguemos al Señor.
5. Por nuestra comunidad parroquial, para que aprendamos a obrar con valentía ante las adversidades de la vida, confiados en el auxilio divino en los momentos más oportunos. Roguemos al Señor.
Sacerdote: Señor y Dios Nuestro, escucha nuestros ruegos. Acrecienta en nosotros la fidelidad a Tu Palabra y el ejercicio de la caridad fraterna. Concédenos crecer como discípulos de tu Hijo, arraigados firmemente en tu Amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Exhortación final
Hoy te bendecimos, Padre, por Jesucristo, tu Hijo,
señor de la creación y vencedor del mal y de la muerte.
Aunque a veces lo olvidemos, él camina siempre a nuestro lado
en las borrascas de la azarosa travesía del mar de la vida,
y nos dice: ¿Por qué dudáis, hombres y mujeres de poca fe?
Gracias, Señor, porque Cristo nos acompaña y alienta con
la presencia de tu Espíritu, sin dejarnos solos ante el peligro.
Haz que te descubramos, “Dios dormido y ausente”,
en medio de los múltiples proyectos, fracasos y aspiraciones,
cansancios y esperanzas, frustraciones y anhelos de tantos
hermanos, los hombres que sufren y esperan.
Amén
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 340)
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