Dt 4, 32-34. 39-40; Rom 8, 14-17; Mt 28, 16-20
MONICIÓN DE ENTRADA
En este domingo celebramos el misterio de la Santísima Trinidad, el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Solo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo. En su nombre hemos sido bautizados. En la misa somos invitados a la mesa de la Trinidad, donde el Padre, por obra del Espíritu Santo, nos sigue dando a su Hijo, el pan de vida eterna.
La Iglesia de España celebra en este domingo la Jornada por la vida contemplativa. Este año los obispos españoles proponen como lema “Contemplando tu rostro, aprendemos a decir ¡Hágase tu voluntad!”.
Pedimos hoy por tantos hermanos y hermanas nuestras que viven, oran y misionan en cientos de monasterios esparcidos por la geografía española.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Sacerdote: Oremos al Padre, por Jesucristo, su Hijo, en la unidad del Espíritu Santo.
1. Por la unión de las Iglesias, para que los cristianos dispersos seamos reunidos en la unidad de la Iglesia de Cristo. Roguemos al Señor.
2. Por los gobernantes de todas las naciones, para que promuevan la honradez y la justicia. Roguemos al Señor.
3. Por los no cristianos, para que reconozcan en el Hombre Jesús al Dios vivo y verdadero. Roguemos al Señor.
4. Por los hermanos y hermanas que han recibido en la Iglesia la vocación contemplativa, para que, desde el corazón de la Iglesia sean la voz de tantos hombres y mujeres que, en medio de sus sufrimientos, no saben, no quieren o no pueden rezar. Roguemos al Señor.
5. Por todos nosotros, para que sepamos descubrir el testimonio misionero de tantas mujeres y hombres que viven la vida contemplativa y, siguiendo su ejemplo, sepamos estar en el mundo, pero apartándonos en todo momento de lo mundano. Roguemos al Señor.
Sacerdote: Dios único y verdadero, omnipotente y misericordioso, tú nos has llamado a compartir tu vida en la comunidad de las tres Personas. Escucha, Padre nuestro, la oración de tu Iglesia, que ora en el Espíritu Santo, en nombre de tu Hijo, Jesucristo, Señor nuestro,
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 323)
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
alabarte, bendecirte y darte gracias siempre y en todo lugar,
Dios eterno, Dios uno y trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo,
porque tu amor al hombre es tan grande que la segunda persona,
Cristo Jesús, fiel reflejo e imagen visible del Dios invisible,
se hizo uno de nosotros y nos ofreció la salvación por la fe.
Desde entonces la gracia de Jesucristo, el amor del Padre
Y la comunión del Espíritu Santo son oferta perenne del Dios uno,
que nos introduce en su círculo trinitario como hijos suyos.
Concédenos, Señor, mantener siempre tu gracia y tu amistad,
para saber vivir en comunión con todos nuestros hermanos.
Amén
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