(Jos 24,1-2ª,15-17.18b; Sal 33; Ef 5,21-32; Jn 6,60-69)
MONICIÓN DE ENTRADA:
Cada vez que nos reunimos en este lugar, recordamos y anunciamos con la Eucaristía, la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo, hasta el día en que El vuelva.
Esto, amigos, nos debe de llevar a celebrar este Sacramento con fe, con delicadeza y, sobre todo, sin perdernos nada: ni la Palabra, ni los silencios y, por supuesto, la consagración.
Nos hemos fiado de Jesús y, por ello mismo, hacemos lo que Él nos dijo: si le queremos, celebraremos este memorial hasta el final de nuestros días. Hasta que Él venga.
Oración de los fieles
Celebrante: A pesar de nuestra debilidad, Padre, sabemos que sólo Cristo es el Camino que nos conduce a ti. Por medio de Él, La Iglesia te presenta estas necesidades:
1. – Por el Papa, los obispos, los sacerdotes y todos los que formamos tu Iglesia, para que, a pesar de las dificultades, no dejemos nunca de aclamar y buscar la Gloria de Dios. Roguemos al Señor.
2. – Por todos los pueblos de la tierra, para que reconociendo a Cristo como único Salvador, se conviertan a Él y contribuyan al bienestar y convivencia entre todos. Roguemos al Señor.
3. – Por todos los que dedican su vida a los demás, para que sea su vida reflejo de la Vida de Cristo. Roguemos al Señor.
4. – Por los enfermos, los pobres, los necesitados para que siempre encuentren cerca una ayuda que acuda en su socorro. Roguemos al Señor.
5. - Por las familias, especialmente las que viven en peligro de separación, para que enraizados en la Unidad de Cristo, vivan con fidelidad mutua. Roguemos al Señor.
6. - Para que los que en estos días están saliendo a la carretera para disfrutar del descanso merecido alcancen siempre su destino con seguridad. Roguemos al Señor.
7. – Por nosotros, para que frecuentando el sacramento de la Eucaristía, vivamos en plena alabanza a Dios Padre con nuestra vida. Roguemos al Señor.
Celebrante: Padre, atiende a tu pueblo que desea seguir tus caminos y acompáñalo en sus dificultades. Por JCNS.
EXHORTACIÓN FINAL:
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 367)
Hoy te reconocemos, Padre, como el Dios de la vida
en medio de un mundo que prefiere ídolos de barro y de muerte.
¿A quién iremos, Señor? Sólo tú tienes palabras de vida eterna,
es decir, garantía y seguridad absoluta frente a las dudas
y miedos que nos invaden y los engaños que quieren dominarnos.
Dios Señor nuestro, que nos amas como a hijos tuyos
con ternura de Padre, atráenos a Cristo con el don de la fe,
para que creamos en él con firmeza y con apertura al hermano.
En ti, Señor, hemos puesto nuestra total confianza.
No permitas que cedamos a la tentación del miedo vergonzante,
sino manténnos firmes en nuestra opción por Jesucristo. Amén.
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