(15 de agosto)
MONICIÓN DE ENTRADA:
Hoy celebramos que se han cumplido las palabras del Magníficat: el Señor ensalza a los humildes. Celebramos la victoria de una mujer pacífica y valiente, humilde y fuerte, de gran corazón, que supo confiar y sufrir. Que ella sea para nosotros modelo, ayuda y guía en nuestras vidas.
Oración de los fieles
Sacerdote: María ya disfruta de la plenitud de los tiempos: vivir revestidos de un cuerpo glorioso, para siempre junto a Dios. Hoy celebramos con gran gozo esa realidad. Y a través de su intercesión presentamos nuestras necesidades al Padre
1.- Por la Iglesia, Esposa de Cristo para que como María sea siempre fiel a su Esposo a pesar de las dificultades que se presenten. Roguemos al Señor.
2.- Por todos los hombres y mujeres del mundo para que vean en la Asunción de María, el destino que Cristo nos ha ganado y así se esfuercen en seguir sus caminos. Roguemos al Señor.
3.- Por los enfermos, para que María los presente al Padre y obtengan pronto la sanación de sus cuerpos y sus almas. Roguemos al Señor.
4.- Por las familias, para que tengan siempre, en María y José el referente y la ayuda en sus dificultades y en su actuar cotidiano. Roguemos al Señor.
5.- Por los niños y jóvenes para que se agarren con fuerza a la mano de María, madre nuestra, para que ella los guíe como hizo con Jesús. Roguemos al Señor.
6.- Por todos los que nos alegramos y celebramos la Asunción de María al cielo, para que un día también nosotros disfrutemos de la eternidad junto al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Roguemos al Señor.
Sacerdote: Padre, que hiciste a María la más perfecta de tus criaturas, concédenos por su intercesión, asemejarnos a ella en el cumplimiento de tu voluntad.
Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
EXHORTACIÓN FINAL
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995)
Dios de los pobres, de los humildes y de los olvidados, hoy te bendecimos con María de Nazaret, la madre de Jesús, porque tu misericordia llega a tus fieles de generación en generación, invirtiendo el viejo orden establecido y haciendo justicia a los menospreciados y los oprimidos.
Con María ha llegado un cambio decisivo en la historia, al encarnarse Cristo en la vida y conciencia de los pobres, destinatarios preferidos de la liberación mesiánica de Dios.
¡Gracias, Señor! Ayúdanos a asimilar los valores de tu reino: pobreza y vacío de sí mismo en vez de prepotencia y orgullo, fraternidad y solidaridad en vez de explotación y dominio. Amén.
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