MONICIÓN DE ENTRADA
Cuando estamos a punto de iniciar la Santa Navidad. La figura de María sale a nuestro encuentro en este último domingo de Adviento. Y es que, la Virgen, no estuvo, ni está al margen de lo que Dios nos quiere dar: a su Hijo Jesús.
Que con María y José nos preparemos en esta recta final a la llegada del Señor. Ellos fueron obedientes, bondadosos y entregados a Dios. Que también nosotros nos entreguemos en cuerpo y alma a preparar la casa, el corazón y nuestros balcones y ventanas para el nacimiento de Jesús.
4ª Vela
En este cuarto domingo de Adviento, encendemos la última vela de la corona. Pensamos en Santa Maria Virgen, ella como nadie esperó al Salvador.
Señor, te sembraste en ella y en sus brazos encontraste la cuna más hermosa, también nosotros queremos prepararnos para recibirte.
El Señor está cerca, escuchamos su mensaje:
¡No temas! Yo tengo la alegría que buscas.
¡No temas! Yo vengo en tu ayuda.
¡No temas! Yo soy tu Dios.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1.- Por el Papa, los obispos y sacerdotes para que lleven sin descanso la Buena Noticia a todos los hombres del mundo. ROGUEMOS AL SEÑOR.
2.- Por todos los dirigentes de la tierra, para que con sus decisiones ayuden a la extensión del Reino y de la paz. ROGUEMOS AL SEÑOR.
3.- Por todos los que sufren por encontrarse lejos de Dios, para que pronto se vuelvan a Dios y así nazca el Niño Dios en sus corazones. ROGUEMOS AL SEÑOR.
4.- Por todos los que dudan en el camino de su fe, para que escuchen en su interior la Palabra oportuna y disciernan junto a Dios el camino a seguir. ROGUEMOS AL SEÑOR.
5.- Por los matrimonios, para que ante las dudas, confíen siempre en la ayuda de Dios. ROGUEMOS AL SEÑOR.
6.- Por todos los que estamos preparando esta venida de Dios, para que encuentre en nosotros unas manos inocentes y un puro corazón. ROGUEMOS AL SEÑOR.
Después de la comunión
(Tomado de Basilio Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995)
En el umbral de tu inminente venida, Señor, el gozo, el asombro y la alabanza inundan hoy nuestro corazón, como el de san José, la figura silenciosa del adviento.
Tu salvación, Señor, está ya cerca de tus fieles y tu gloria habitará en nuestro árido planeta Tierra.
Tu misericordia y tu fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan, mientras tu bendición brota pujante en nuestro suelo, mullido por la lluvia de lo Alto.
Gracias, Señor, por tanta bonanza de tu amor.
Mantén alerta nuestra fe en la radiante oscuridad de tu noche, porque ya está a la vista el Dios-con-nosotros. ¡Aleluya!
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