(16 de julio de 2023)
(Is 55,10-1; Sal 64; Rom 8,18-23; Mt 13,1-23)
MONICIÓN DE ENTRADA:
Después de una semana de trabajo o de vacaciones, volvemos a reunirnos para compartir nuestra fe alrededor de la mesa de Jesús.
Con Jesús hemos de encontrar el descanso y la paz que, a lo mejor, durante la semana no hemos tenido.
En nuestra reunión eucarística vamos a seguir escuchando la Palabra de Dios que es como una semilla sembrada en nuestra vida y que dará su fruto en el tiempo oportuno.
Como nos dice la Palabra de Dios que hoy proclamamos, el Señor siembra su semilla y, aunque quede enterrada, no se perderá ni se ahogará el mensaje que nos transmite.
Oración de los fieles:
Sacerdote: Tu Hijo, Nuestro Señor Jesús, es el sembrador de la Palabra y por eso te pedimos que nos conviertas en tierra muy fértil para tu Voluntad.
1. Por el Papa Francisco, Obispo de Roma, y por todos los obispos del mundo, continuadores de la labor de los apóstoles. Roguemos al Señor.
2. Por los sacerdotes, los diáconos, religiosas y religiosos, y todos los que han pronunciado votos para seguir al Señor Jesús. Roguemos al Señor.
3. Por los niños y jóvenes, para que su corazón sea buena tierra donde germine la semilla de la palabra de Dios. Roguemos al Señor.
4. Por los organismos interesados en la agricultura, para que procuren la solución justa y eficaz a los problemas urgentes del campo. Roguemos al Señor.
5. Por los pobres, los migrantes, los enfermos y los débiles de cuerpo y alma, para que reciban ayuda de todos los hermanos. Roguemos al Señor.
6. Por nosotros, presentes en le Eucaristía, que buscamos con fe y humildad recibir la semilla de la Palabra enseñada por Jesús. Roguemos al Señor.
Sacerdote: Acepta, Padre, las peticiones que te hace tu Pueblo que siempre espera de Ti. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, 1993)
Te bendecimos, Padre, por
Cristo,
esperanzado sembrador de la semilla de tu reino
a pesar de todos los obstáculos.
Jesús fue el primer grano de trigo que,
muriendo en el surco, dio una cosecha espléndida de vida y resurrección.
Su optimismo nos contagia y estimula a dar fruto abundante.
Abre plenamente nuestros corazones a tu palabra, Señor,
para que, por culpa nuestra, no repitamos la yerma esterilidad del áspero sendero,
del duro pedregal y de las zarzas inhóspitas.
Haz de nosotros el campo de la sementera de tu reino,
para que demos el ciento por uno a base de amor,
constancia, servicialidad, desprendimiento y conversión continua. Amén.
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