(23 de agosto de 2020)
(Is 22, 19-23; Rom 11, 23-36; Mt 16, 13-20)
Monición de Entrada
Queridos hermanos. Este domingo, nos vamos a encontrar con una pregunta muy comprometida hecha por Jesús a cada uno de nosotros: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? No es fácil contestar pero es necesario hacérnosla.
La vida con Dios tiene otra perspectiva porque Él es esperanza y ánimo.
Que la Eucaristía nos ayude a descubrir la imagen que tenemos de este Jesús que nos interroga.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Sacerdote: Padre, tu eterna sabiduría gobierna la tierra, pero nuestras limitaciones y angustias no nos dejan reconocerlo. Necesitamos saber que no nos abandonas.
1. Asiste, Padre, con tu sabiduría la labor del Papa y los sacerdotes para que siempre sean lo fieles colaboradores que el Reino necesita.
Roguemos al Señor.
2. Asiste, Padre, con tu Luz a todos los gobernantes de la tierra, para que vean claras las necesidades de sus gentes y las atiendan con prontitud.
Roguemos al Señor.
3. Asiste, Padre, con tu fortaleza a aquellos que sufren o están desesperanzados, para que, con tu ayuda, venzan sus males y sufrimientos.
Roguemos al Señor.
4. Asiste, Padre, con tu amor a todos los hogares del mundo, para que éste cree la atmósfera propicia para la difícil convivencia.
Roguemos al Señor.
5. Asiste, Padre, a los que en medio de la prueba de esta pandemia se sienten abatidos, para que descubran la fuerza de Cristo vivo y vean iluminado su camino. Roguemos al Señor.
6. Asiste, Padre, con tu Verdad a todos los que nos reunimos cada domingo ante el altar de la Eucaristía, haz que un día gocemos con la dicha de tu presencia.
Roguemos al Señor.
Sacerdote: Padre, no dejes a tu Iglesia que es la obra de tu Hijo, inspírala y aliéntala para que crezca y convierta a muchos que andan descarriados. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
EXHORTACIÓN FINAL
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, 1993, p. 171)
Señor Jesús, también hoy nos preguntas a nosotros:
¿Quién dicen que soy yo? O mejor: ¿Quién soy yo para vosotros?
En medio de un mundo que prefiere ídolos y promesas de engaño
te confesamos hijo de Dios y único salvador del hombre.
¿A quién otro podemos seguir, Señor, que no nos defraude?
Solamente tú tienes palabras y hechos de vida eterna.
Te creemos resucitado y vivo en el mundo, hoy como ayer,
Y estamos seguros: vives en nosotros por medio de tu Espíritu.
Concédenos conocerte a fondo por la fe, la amistad y la oración;
y haz que, queriendo a nuestros hermanos, nos entreguemos
a la fascinante tarea de amarte apasionadamente. Amén.
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