sábado, 15 de agosto de 2020

Domingo XX del Tiempo Ordinario (Ciclo A)

 (16 de agosto de 2020)

(Is 56,1.6-7; Rom 11,13-15.29-32; Mt 15,21-28)

 

ENTRADA:

Celebramos hoy el Domingo Veinte del Tiempo Ordinario. Vamos a asistir a la expresión clara de la gran misericordia de Dios, que desea la salvación y la felicidad de todos. El evangelio nos narra la bella historia de la mujer cananea, que con su oración humilde, hace que Jesús abra su corazón a este ejemplo de fe grande. Jesús ya lo ha dicho otra vez: “Pedid y se os dará”. Que la soberbia no bloquee nuestras peticiones y que confiemos en la bondad y generosidad de Dios. Y ante esa bella perspectiva iniciemos nuestra Eucaristía con enorme esperanza.

 

ORACIÓN DE LOS FIELES

Sacerdote: Padre, nuestros pecados nos hacen sentirnos extraños a Ti. Sin embargo también ofreces tu Salvación a todo aquel que se vuelva a Ti. Así nuestra plegaria de hoy es:

 

1.     – Por el Papa, los obispos y sacerdotes, para no dejen de ofrecer al mundo la misericordia que nos viene de Dios que sana toda dolencia. OREMOS

2.     – Por los gobernantes para que sea su mayor preocupación aquellos más necesitados. OREMOS

3.     – Por todos los extranjeros, para que sientan en la Iglesia el cariño y la acogida de la gran familia que es. OREMOS

4.     – Por los enfermos para que su fe no se canse de pedir la salud a aquel que vino a sanar las heridas y restablecer al hombre. OREMOS

5.     – Por todos aquellos que no conocen al Señor, para que la práctica de la justicia les lleve al encuentro con el único Salvador. OREMOS

6.     Por todos los que en estos días viajan. Para que los conductores sean prudentes y puedan llegar todos bien a sus destinos. OREMOS.

7.     – Por todos nosotros, para que no dejemos de proclamar nuestra pertenencia a la Iglesia, con nuestras acciones. OREMOS

 

Sacerdote: Padre, atiende con generosidad lo que sin merecer tu pueblo te suplica. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


EXHORTACIÓN FINAL:


(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 168)

En verdad mereces toda alabanza, Dios de todos los pueblos,

porque tu amor al hombre no tiene fronteras de raza y color,

pueblo y lengua, cultura y sexo, clase social y nacionalidad.

Cristo Jesús abrió las puertas de tu reino a unos otros,

y en la mesa eucarística de su cuerpo parte el pan para todos.

Ayúdanos, Señor, a hacer nosotros lo mismo para que

tu Iglesia aparezca como sacramento de unidad y salvación.

Haz, Señor, que nuestra comunidad se mantenga fiel

a la tarea de repartir tu pan a todos los pobres del mundo.

Y enséñanos a unir en nuestra vida de fe adulta y oración madura,

en diálogo fecundo de amor al servicio de tu reino. Amén

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