(Ez 2,2-5; 2 Cor 12,7b-10; Mc 6,1 – 6)
Monición de entrada.
Nos hemos reunido en torno a la mesa en el día del Señor para escuchar su Palabra que
orienta nuestro camino, y comer su pan que nos fortalece.
Hoy, XIV domingo del tiempo ordinario, celebramos la Jornada de Responsabilidad en
el Tráfico, en pleno éxodo de las vacaciones de verano y a las puertas de la fiesta de san
Cristóbal, patrono de conductores y transportistas.
«YO SOY EL CAMINO Y LA VERDAD Y LA VIDA» (Jn 14,6) es el lema de la 56.ª Jornada Nacional de Responsabilidad en el Tráfico que nos propone la pastoral de la carretera.
Hoy queremos tener muy presentes en esta eucaristía a nuestros hermanos conductores
y transportistas, y agradecerles los buenos servicios que prestan en bien de la sociedad.
Ponemos a todos los conductores en las manos del Señor: Camino, Verdad y Vida, y le
pedimos que cada día lleguen felizmente a su destino.
Oración de los fieles
Sacerdote: Escucha, Padre, nuestra oración, que quiere ser una respuesta confiada a tu Palabra.
1. Para que la Iglesia anuncie con fidelidad todo el Evangelio y sea signo de esperanza para el mundo de hoy, Roguemos al Señor.
2. Por
todos los conductores que hoy, en la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico,
celebran a su patrón san Cristóbal; para que, como él, sean buenos samaritanos
en la carretera y les guíe siempre la prudencia y la caridad. Roguemos al
Señor.
3. Por
todas las personas que en estos días de verano salen gozosos de vacaciones,
para que el aprecio por la vida, propia y ajena, les ayude a ser responsables
en la conducción y buenos samaritanos para todos. Roguemos al Señor
4
Por todos los que han sufrido algún
accidente grave de tráfico, y por sus familias, para que Dios les ayude a
sobrellevar su situación y les conceda una pronta y total recuperación.
Roguemos al Señor.
5. Por el eterno descanso de todos nuestros
hermanos difuntos, principalmente los fallecidos en un siniestro vial, para que
el Señor, Padre misericordioso y bueno, les conceda la entrada en su reino, y a
sus familiares consuelo y la esperanza de encontrarlos en el cielo. Roguemos al
Señor.
Sacerdote: Señor, Dios nuestro, haznos dóciles a tu Palabra y escucha nuestras súplicas.
Exhortación final
Hoy nuestra plegaria, Señor, es súplica de perdón
porque Cristo vino a los de su casa, y no lo hemos recibido,
porque hemos confinado tu palabra a nuestros cálculos y rutina,
porque la dejamos apagarse en las cenizas del miedo silencioso,
porque te encerramos, Dios vivo, en nombres vacíos de alma,
porque no nos dejamos sorprender por la novedad de tu Espíritu
de tu misericordia, de tus profetas, del clamor de los pobres,
del Cristo que sufre en el gemido de los sin voz ni derechos.
Perdónanos, Señor, porque sabemos muy bien lo que hacemos,
Y cámbianos este corazón de piedra por otro de carne, capaz
De sentir con los demás y de amarte a ti y a los hermanos. Amén
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 346)
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