MONICIÓN DE ENTRADA:
Celebrar la Eucaristía es un momento para escuchar las palabras directas y cercanas de Jesús, que nos enseñan a vivir con más sencillez y dignidad, con más sentido y esperanza. Es una suerte hacer el recorrido de la vida guiados cada domingo por la luz del evangelio.
A veces, no somos comprendidos cuando vivimos fieles a las enseñanzas de Jesús; incomprendidos incluso por gente creyente, como le ocurrió a Él en su pueblo de Nazaret.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Sacerdote: Oremos al Señor nuestro Dios, rico en misericordia y compasivo. Él siempre escucha las súplicas de sus hijos.
1. Por el Papa Francisco, los obispos y sacerdotes, para que busquen el refugio de Dios y sean acogedores con todos los que lo necesitan. ROGUEMOS AL SEÑOR.
2. Por los que viven preocupados de tener más; para que comprendan que el hombre se realiza en la donación y el servicio. ROGUEMOS AL SEÑOR.
3. Por los pobres, los enfermos, los que viven solos; para que encuentren personas capaces de ayudarles en sus necesidades. ROGUEMOS AL SEÑOR.
4. Por los gobiernos de las naciones; para que miren siempre el bien de todos, ocupándose de los más desfavorecidos. ROGUEMOS AL SEÑOR.
5. Por nosotros; presentes en la Eucaristía, para que tomemos en serio la responsabilidad que tenemos de ofrecer nuestro amor y servicio a toda la Iglesia. ROGUEMOS AL SEÑOR.
Sacerdote: Señor, Tú, que has enviado a Jesús a curar nuestras dolencias y enfermedades, escucha nuestras súplicas.
EXHORTACIÓN FINAL
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(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 512) |
oy, Señor, nuestra plegaria es de humilde conversión.
Porque hemos confinado tu palabra a la medida estrecha
de nuestra rutina y cálculos mezquinos, ¡Señor, ten piedad!
Porque has venido a nuestra comunidad y te hemos rechazado
silenciando la voz de tus profetas, ¡Cristo, ten piedad!
Porque te hemos encerrado en nombres vacíos de significado,
sin dejarnos interpelar por tu Espíritu, ¡Señor, ten piedad!
Oh, Señor, Dios nuestro, sorprendente en tus venidas,
no permitas que apaguemos tu Espíritu dentro de nosotros.
Convierte nuestros corazones a tu amor y al de los hermanos,
y manténnos siempre despiertos en la alabanza de tu nombre. Amén.