(3 de abril de 2022)
(Is 43, 16-21; Flp 3, 8-14; Jn 1-11)
MONICIÓN DE ENTRADA:
La liturgia de este domingo quinto de cuaresma nos ofrece el evangelio de la misericordia. Asistimos en el Evangelio a un diálogo conmovedor entre Jesús y la mujer pecadora.
Son muchas las lecciones que podemos aprender de esta narración. Una de ellas y muy importante para nuestra sociedad actual, sería la de no juzgar, la de no condenar a nadie, porque ninguno estamos libres de pecado.
Celebramos la Eucaristía con el corazón lleno de gozo, por la actitud que Dios tiene ante nuestro modo de actuar en la vida.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Sacerdote: Con Jesucristo ha llegado el tiempo de la gracia y el perdón; en el brilla la bondad y la fidelidad de Dios. Con confianza presentamos al Señor nuestras necesidades. Por la iglesia, para que en nombre de Jesús, siga perdonando a sus hijos y siendo lugar de reconciliación.
2. Por los gobernantes para que gobiernen con justicia y ayuden a todos los ciudadanos a vivir en seguridad, en paz y armonía social. Roguemos al Señor.
3. Para que se termine la guerra. Pedimos por los desplazados y refugiados, por las familias separadas por causa de la guerra; por los niños que han quedado huérfanos. Roguemos al Señor.
4. Por todos los enfermos y ancianos de la comunidad para que Dios los visite en este tiempo de gracia y de perdón y cuenten con nuestro consuelo. Roguemos al Señor.
5. Por todos nosotros para que aprendamos a perdonar de corazón a los hermanos y familiares que nos han ofendido. Roguemos al Señor.
6. Por todos los difuntos de nuestras familias para que el Señor los asocie a la gran familia de los redimidos. Roguemos al Señor.
Sacerdote: Padre, misericordioso, perdona y olvida nuestras faltas y atiende generosamente las necesidades del pueblo suplicante. Por JNS.
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo San Pablo, España, 1993, p. 460)
Es justo
bendecirte, Padre, porque en Jesús de Nazaret
dejaste al descubierto la hipocresía que nos
corroe por dentro.
¡Pobre mujer adúltera! Todos la señalaban con el
dedo, todos,
pero Jesús la perdonó y le devolvió su dignidad
perdida.
Qué lección para nosotros, fiscales aficionados y
baratos,
que denunciamos y encasillamos fácilmente a los
demás.
Tú, en cambio, brindas siempre una segunda
oportunidad.
Ante ti, Señor, todos somos imperfectos y
pecadores;
reconocerlo es nuestra salvación, la única salida
airosa.
Rehabilitados por tu perdón como personas e hijos
tuyos,
estamos alegres y te damos gracias por siempre,
Señor. Amén.
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