(Is 52,7-10; Heb 1,1-6; Jn 1,1-18)
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero… que anuncia la buena noticia! (Is 52,7).
Monición de entrada
Hermanos: ¡Feliz Navidad! Hoy todo nos habla de
alegría. Recordamos y hacemos presente entre nosotros el nacimiento de
Jesucristo. Dios está con nosotros, está en medio de nosotros. Ha venido a
compartir nuestra historia, a caminar con cada uno de nosotros. Hoy, celebramos
que Dios se ha hecho hombre, que Dios ha hecho realidad su empeño en vivir con
y como nosotros. Hoy Dios se hace ternura en el Niño de Belén.
Dispongamos nuestro corazón para escuchar su Palabra y fortalecernos con el Pan
de su Mesa. Abramos las puertas de nuestra vida y él pondrá su tienda en
nosotros. Dejémonos llenarnos por su presencia y así seremos revelación de
Dios, testigos de la Navidad.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1.- Por la Iglesia,
por nuestras pequeñas comunidades parroquiales y religiosas, para que
proclamen, mediante la acogida y el servicio a los hermanos, la Buena Noticia de
Belén. ROGUEMOS AL SEÑOR.
2.- Por todos los niños que sufren en el mundo, para que encuentren cerca a
alguien que les consuele, les mime, les cuide y les alimente con celo. ROGUEMOS
AL SEÑOR.
3.- Por todos aquellos que viven en penumbra, donde acampa silenciosamente el
Verbo, para que en esos rincones se haga la luz y la Buena Noticia sea
proclamada con fuerza y verdad. ROGUEMOS AL SEÑOR.
4.- Por la paz en el mundo y en nuestro pueblo, para que el Niño, “Mensajero de
la Paz”,
transforme nuestros corazones, convierta nuestras palabras y gestos en signos
de unidad y fraternidad. ROGUEMOS AL SEÑOR.
5.- Por cuantos nos hemos reunido con gozo a celebrar el nacimiento de Belén, para que seamos transmisores de la salvación gratuita y amorosa que nos ofrece el Señor. ROGUEMOS AL SEÑOR.
Después de la Comunión
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, 1993)
Sabíamos, Señor, que eres bueno y que nos quieres
bien; pero hoy lo demuestras palpablemente, una vez más, a tu estilo:
con un optimismo a toda prueba y una entrega sin
reservas. ¿Quién daría un céntimo por nosotros, tan ruines y ruinosos? Pero tú
rompes todos los moldes y todos los cálculos; tú amas al hombre hasta hacerte
uno más entre nosotros.
¡Gracias, Señor Jesús! Has venido a tu casa, y queremos recibirte como tú lo mereces. Al celebrar tu nacimiento, concédenos renovar nuestra vieja y mezquina mentalidad para revestirnos de la nueva condición humana a tu imagen, la condición de hijos de Dios y hermanos de los hombres. Amén.
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