(22 de noviembre de 2020)
(Ez 34, 11-12. 15-17; 1 Cor 15, 20-26.28; Mt 25, 31-46)
MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos a celebrar la Eucaristía en el día de Cristo Rey del Universo.
Jesús nos habla de lo único importante en la vida de cualquier persona, creyente o no creyente: Lo que da un valor inagotable a la vida no es la condición social, el talento personal o el éxito logrado a lo largo de los años. Lo definitivo es el amor práctico y solidario a quienes necesitan ayuda.
Este amor se traduce en hechos muy concretos. Por ejemplo, «dar de comer», «dar de beber», «acoger al inmigrante», «vestir al desnudo», «visitar al enfermo o encarcelado».
Oración de los fieles
Sac.: Este día celebramos el día que ya no tendrá noche, el día de Luz Eterna, con esa gozosa esperanza elevamos al Padre nuestra plegaria para que siempre sigamos los pasos del buen Pastor: Cristo Rey.
1. Por la Iglesia esposa del Rey para que sea siempre nuestro esfuerzo estar pendiente de sus necesidades y así nos llegue por ella la bendición de Cristo su esposo y cabeza. Roguemos al Señor.
2. Por todos los viven alejados de la Iglesia, para que no pierdan la luz de la Resurrección y vuelvan a seguir los pasos de Cristo y reaviven su fe en la Iglesia que acoge y perdona. Roguemos al Señor.
3. Oremos por todos los que han muerto por causa de esta pandemia y por los difuntos de nuestras familias, para que el Señor los tenga en su seno y conforte a sus familiares y amigos. Roguemos al Señor.
4. Por quienes no tienen trabajo, o lo ven peligrar, por causa de la pandemia. Roguemos al Señor.
5. Por todos nosotros, para que la esperanza de tener a Cristo como Rey de nuestra vida, nos haga más dóciles a sus palabras y a la acción del Espíritu Santo. Roguemos al Señor.
Sac.: Padre Eterno, acoge y atiende estas necesidades que tu Iglesia te presenta en esta solemnidad de Cristo Rey y haz que caminemos siempre hacia la morada eterna.
EXHORTACIÓN FINAL:
Bendito seas, Padre, porque
constituiste a Cristo resucitado
como Señor y Rey de
la creación, como juez de vivos y muertos.
Tú eres el Dios
santo, tú eres la luz, amor, ternura y misericordia;
y nosotros somos
tiniebla, egoísmo, dureza, frialdad y violencia.
No obstante, tú nos
quieres a todos tus hijos tal como somos,
Pero nos mandas
amarnos unos a otros como Cristo nos amó.
Nos cuesta mucho,
Señor, ver a Jesús en los pobres,
en los marginados,
en los rudos, antipáticos y maleducados.
Haznos ver en ellos
la cara oculta del Cristo sufriente.
Enciende nuestros
corazones con el fuego de tu palabra
y danos tu espíritu
de amor que nos transforme por completo
para que, amando a
todos, aprobemos tu examen final. Amén.
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