(26 de marzo de 2023)
(Ez 37, 12-14; Sal 129,1-8; Rom 8,8-11; Jn 11,1- 44)
ENTRADA
Queridos hermanos: nos encontramos en el quinto y último Domingo de Cuaresma.
En los dos domingos anteriores hemos conocido a Jesús como agua viva y luz del mundo, y hoy como la resurrección y la vida. Revelaciones acompañadas por una invitación a la fe.
El estado de Lázaro recuerda que es toda la humanidad la que está enferma. Para Jesús, no se trata de enfermedades mortales, porque todos gozan del amor de Dios: el amor de Jesús por los tres hermanos es el signo inequívoco de ello. Recibamos la invitación de confiar en la persona de Jesús y su proyecto de cura. Y en el Espíritu que le resucitó de entre los muertos y habita en nosotros.
Iniciamos la Eucaristía con la esperanza de que Dios nos da la vida para siempre.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Sacerdote: A Dios nuestro Padre, que por medio de Jesús nos consuela y nos comunica las ganas de vivir, le presentamos nuestras necesidades.
1. Por la Iglesia, para que se apoye en la Palabra de Dios y tenga la seguridad de que Él le acompaña en su misión de llevar a los hombres la Buena Noticia. Roguemos al Señor.
2. Por los que no tienen fe. Por los que viven escondidos en sus propias tumbas de tristeza, egoísmo, guerras, envidias o desesperanza. Roguemos al Señor.
3. En esta Cuaresma pedimos por los que están enterrados en el materialismo, en el tener y en el poder. Para que se liberen de aquello que les esclaviza y sigan a Jesucristo. Roguemos al Señor.
4. Hoy, a punto de llegar a la Semana Santa, pedimos por todos los difuntos. Especialmente por los familiares de todos los que estamos aquí. Roguemos al Señor.
5. Por un aumento en las vocaciones en la Vida Religiosa y Sacerdotal, en toda la Iglesia y en particular en nuestra diócesis. Roguemos al Señor.
Sacerdote: Padre, da luz, fuerza y perseverancia a tu pueblo que camina en esta Cuaresma hacia la meta de la Resurrección para que un día comparta el gozo de la Vida Eterna. Por J. N. S.
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
(Tomado
de B. Caballero: La Palabra
cada Domingo, San Pablo, 1993, p. 65)
“Te
damos gracias, Padre santo, por Cristo Señor nuestro.
El cual, hombre mortal como nosotros que lloró a su amigo Lázaro,
y Dios y Señor de la vida que lo levantó del sepulcro,
extiende hoy su compasión a todos los hombres
y por medio de los sacramentos los restaura a una vida nueva”.
Mediante la fe y el bautismo en tu Espíritu nos llamaste
a una esperanza segura de vida y resurrección con Cristo.
¡Bendito seas, Señor! Así entendemos que somos seres para la vida
que brota incontenible de tu corazón de Padre que nos ama.
La muerte no es el final del camino, ni tiene la última palabra,
porque Jesús es resurrección y vida para el que cree en Él. Amén.
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